sábado, 24 de agosto de 2013

CERTEZA AFECTIVA





Siempre que alguien me busca en la consulta por temas emocionales de pareja, me permite vislumbrar la misma esencia del ego del ser humano, y la certeza afectiva es un mal que aqueja a nuestra sociedad de una manera impresionante y cada vez más marcada. La gente ha desarrollado tal idea del control sobre todo, que espera saber que va a pasar, se ha perdido el sentido de la aventura, del descubrimiento y del vivir todos los día como si fuese el último honrando nuestro ahora que es lo único que realmente nos pertenece.
En este proceso,  por el espantoso miedo que le tenemos a sufrir, queremos garantías que nuestras relaciones van a funcionar, que aquella persona que hemos elegido amar es la adecuada, así una larga lista en la que pensamos que para que las cosas funcionen debemos "elegir" adecuadamente, en ese espectro, resulta que siempre vamos a encontrar peros, excusas y limitaciones. porque la certeza afectiva no existe, nadie ofrece garantías, nada dura para siempre y eso es un concepto que nos han vendido muy bien, las canciones, películas y novelas, nos transmiten la idea de que: "debe existir alguien que sea perfecto para mi", un cóncavo y convexo preestablecido, pero señores les tengo una noticia: las almas gemelas no existen,  son solo un invento de la astrología o el new age para llenar de esperanza a los solitarios y miedosos, que no quieren arriesgar el "pellejo emocional" y esperan que un cuento de hadas los arrebate y  no exista una  sola duda, ni un solo defecto, eso es una mentira!!!
El sentimiento existe o no, y debemos darle una oportunidad, entendiendo que todo tiene un ciclo, como la vida misma, nace, crece y muere, a veces dura más otras menos, pero de nosotros  puede depender extender la fecha de expiración, cómo??? pues siendo creativos, viviendo un día a la vez, enfrentándonos con el ángel de la muerte todos los días, y sí,  aunque no nos guste la muerte es la única que le confiere sensatez a nuestros actos, la idea que nada es para siempre, al menos no en este plano de existencia, como lo dije antes todo tiene un ciclo, y nuestra consigna debe ser dar todo, todos los días porque no sabemos ni tenemos certeza del tiempo ni la existencia de la gente en nuestras vidas, lo que nos queda es la gratificación de lo que damos, y es ahí donde el amor tiene un sentido diferente, no es importante tanto lo que recibo como lo que doy, el amor es un don que nos pertenece y que siempre lo vamos a llevar en nuestro interior, no es  la persona quien lo provoca, ahí el concepto del cóncavo y  convexo se desvanece, es nuestra propia capacidad, el regalo más bello que el Creador nos ha dado, y es esa hermosa capacidad de dar y como todo es cíclico tengamos por seguro, que aquello que damos es lo que recibiremos. 
Las personas que amamos, no son perfectas, nosotros no somos perfectos, el amor es se acomoda a su antojo, nos permite amar todo en la persona escogida, sus gestos, su andar, el olor, las torpezas, los desaciertos, las manos, el calor, el tono de voz....todo se acomoda para darle paso a los sentimientos, si no me creen pregunten a la gente bien casada, nadie te dirá que su pareja es perfecta, te contarán como han aprendido a acomodarse al antojo del amor, puliendo las asperezas y dando pasos un día a la vez.
El amor es un dilema diario, en verdad la gran mayoría que me visita es consultando estos temas, y saben, aunque el amor  de pareja no es un objetivo, es un elemento esencial en la vida humana, Manslow lo sostiene en su teoría piramidal de la necesidades humanas, la necesidad de amor es una expresión de nuestra humanidad, todos de una o otra manera lo andamos buscando. 
Y como  la certeza afectiva es el miedo a sufrir, quiero compartir un fragmento del libro El Alquimista de Cohelo, que dibuja muy bien esa idea:

El  muchacho continuó escuchando a su corazón mientras avanzaban  por el desierto. Fue conociendo sus artimañas y sus trucos, y aceptándolo como era. Entonces el muchacho dejó de tener miedo y de sentir ganas de volver,  porque cierta tarde su corazón le dijo que estaba  contento. «Aunque proteste un poco -decía su corazón- es porque  soy un corazón de hombre, y los corazones de hombre son así.
Tienen miedo de realizar sus mayores sueños porque consideran que no  los merecen, o no van a conseguirlos. Nosotros, los corazones, nos morimos  de miedo sólo de pensar en los amores que partieron para siempre, en los  momentos que podrían haber sido buenos y que no lo fueron,  en los tesoros que podrían haber sido descubiertos y se quedaron  para siempre escondidos en la arena. Porque cuando esto sucede, terminamos sufriendo mucho.» -Mi  corazón tiene miedo de sufrir -dijo el muchacho al Alquimista, una noche en que miraban al cielo sin luna.
-Explícale  que el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento.
Y  que ningún corazón jamás sufrió cuando fue en busca de sus sueños , porque cada momento de búsqueda es un momento de encuentro con Dios y con la Eternidad.
«Cada momento de búsqueda  es un momento de encuentro -dijo el  muchacho a su corazón-. Mientras busqué mi tesoro, todos mis días fueron luminosos, porque  yo sabía que cada momento formaba parte del  sueño de encontrar. Mientras busqué este tesoro mío, descubrí por el  camino cosas que jamás habría soñado encontrar, si no hubiese tenido el valor de intentar cosas imposibles para los pastores.»
Entonces  su corazón se quedó callado una tarde entera. Por la noche,  el muchacho durmió tranquilo y cuando se despertó, su corazón  empezó a contarle cosas del Alma del Mundo. Le dijo que todo  hombre feliz era un hombre que llevaba a Dios dentro de sí. Y que  la felicidad se podía encontrar en un simple grano de arena del desierto, como había dicho el Alquimista.
Porque un grano de arena es  un momento de la Creación, y el Universo tardó miles de millones de años para crearlo.
«Cada hombre sobre la  faz de la tierra tiene un tesoro que lo está esperando  -le explicó-. Nosotros, los corazones, acostumbramos a hablar  poco de esos tesoros, porque los hombres ya no tienen interés en  encontrarlos. Sólo hablamos de ellos a los niños. Después, dejamos que la vida encamine a cada uno hacia su destino. Pero, desgraciadamente, pocos siguen el camino que les ha sido trazado, y que es el camino  de la Leyenda Personal y de la felicidad. Consideran el mundo como algo amenazador y, justamente por  eso, el mundo se convierte en  algo amenazador. Entonces, nosotros, los corazones, vamos hablando  cada vez más bajo, pero no nos callamos nunca. Y deseamos que  nuestras palabras no sean oídas, pues no queremos que los hombres sufran porque no siguieron a sus corazones.» -¿Por  qué los corazones no explican a los hombres que deben continuar  siguiendo sus sueños? -preguntó el muchacho al Alquimista.
-Porque,  en este caso, el corazón es el que sufre más. Y a los corazones no les gusta sufrir.
A  partir de aquel día, el muchacho entendió a su corazón. Le pidió que  nunca más lo abandonara. Le pidió que, cuando estuviera lejos de sus  sueños, el corazón se apretase en su pecho y diese la señal de alarma.
Y le juró que siempre que escuchase esta señal, también lo seguiría.
Aquella  noche conversó sobre todo esto con el Alquimista. Y el Alquimista  entendió que el corazón del muchacho había vuelto al Alma del Mundo.
-¿Qué debo hacer ahora? -preguntó el chico.
-Sigue  en dirección a las Pirámides -dijo el Alquimista-. Y continúa atento a las señales. Tu corazón ya es capaz de mostrarte el tesoro.
-¿Era esto lo que me faltaba saber? -No -repuso el Alquimista-. Lo que te falta saber es lo siguiente:
»Siempre,  antes de realizar un sueño, el Alma del Mundo decide comprobar todo aquello que se aprendió durante el camino. Hace esto no  porque sea mala, sino para que podamos, junto con nuestro sueño, conquistar  también las lecciones que aprendimos mientras íbamos hacia  él. Es el momento en el que la mayor parte de las personas desiste.
Es  lo que llamamos, en el lenguaje del desierto, morir de sed cuando las palmeras ya aparecieron en el horizonte.
»Una búsqueda  comienza siempre con la Suerte del Principiante.
Y termina siempre con la Prueba del Conquistador.

El muchacho se acordó de  un viejo proverbio de su tierra. Decía que la hora más oscura era la que venía antes del nacimiento del sol.

Dejándoles esta bella reflexión, me despido con un fuerte abrazo en Luz


Heyliette

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